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Poder y ciencia: ¿por qué no podemos cambiar la matriz energética?

Publicado: 2012-05-04

Sí, un poco denso el título de este artículo. Ayer tomé nota de la siguiente noticia: una empresa de la India estaría lista el próximo año para comercializar un automóvil cuya energía proviene simplemente del aire comprimido, con cero emisiones contaminantes. ¡Gran noticia! Pero este tipo de soluciones tecnológicas vienen siendo promovidas por algunos empresarios, científicos y activistas ambientales hace ya muchos años. La pregunta es: ¿por qué es tan difícil que estas tecnologías alternativas desplacen a las obsoletas y contaminantes?

La respuesta puede estar vinculada a las costumbres, a los costos, al mercado y a mil explicaciones. Pero sin duda hay una que es particularmente importante: el poder. La tecnología no es un valor neutro, como muchas veces parecen afirmarlo ingenieros, políticos y periodistas. La tecnología se ve influida por el poder, y la decisión acerca de qué estilos tecnológicos deben predominar es una decisión política que expresa correlaciones de fuerza. Por eso, “el mercado” nunca podrá por sí solo generar cambios en las tecnologías predominantes: para ello se necesita de una voluntad política organizada.

Mil ejemplos se pueden poner. Hace mucho tiempo se conoce que la degradación de materia orgánica (basura, restos de comida e inclusive heces) genera gas que puede ser utilizado para generar energía. Es un combustible renovable, más barato y que puede ser autogenerado. Hay decenas de experiencias locales de aplicación de esta tecnología, a través de proyectos específicos.

También hay experiencias de reutilización de aceite de cocina como combustible. Aquí no estamos hablando de agrocombustibles como el etanol o el biodiesel, con miles de hectáreas de monocultivo: se trata de reciclaje, nada más.

En cuanto a la generación de energía, hay muchísimas posibilidades adicionales: pequeñas hidroeléctricas, paneles solares, energía proveniente del movimiento del mar… Algunas de estas opciones ya han sido desarrolladas, otras están en investigación.

Sin embargo, seguimos sacando hidrocarburos (gas, petróleo, ¡arenas bituminosas!) de las entrañas de la tierra, recursos no renovables, con comprobados impactos ambientales y cuya extracción es costosa en términos económicos. Es más: seguimos planificando la extracción de hidrocarburos por muchas décadas en el futuro. Perú explora el mar y la selva, Brasil inicia la explotación de sus yacimientos en el Atlántico, Inglaterra y Argentina se disputan Las Malvinas por motivos estrictamente petroleros…

¿Por qué? Por supuesto, el sabotaje de la industria petrolera que no quiere que dejemos de comprar su producto. Pero hay otro punto, quizás más importante: el patrón petróleo permite la centralización del poder energético, el control, el oligopolio… y la generación de enormes recursos en concepto de impuestos para el Estado. La autogeneración de energía le cortaría los pies a una serie de poderes concretos, agazapados en la industria y en el Estado. Esto explica por qué al Estado le resulta tan difícil pensar en pequeño y sólo es capaz de promover gigantescas hidroeléctricas, kilométricos gasoductos y exploraciones

Por supuesto que hay muchos ejemplos adicionales. Para empezar, la lectura. Si bien la imprenta se inventó hace más de 5 siglos años y la escritura hace miles de años, aún no se acaba con el analfabetismo en el mundo y de hecho recién en el siglo XX este se convirtió en un tema de agenda. Sólo una gigantesca voluntad política organizada logró reducir la proporción de personas que no pueden utilizar la tecnología de la lectoescritura. ¿Por qué no pudo “la mano invisible del mercado” acabar con el analfabetismo? En principio, allí estaban los elementos: una tecnología deseable y útil, personas capaces de ofrecer el servicio y un mercado potencial infinito. Sin embargo, a los poderes establecidos les resultaba peligroso el masivo intercambio de ideas, y por eso en muchos casos la alfabetización sólo se consiguió a punta de revoluciones.

La disminución de la jornada laboral, propuesta que el peruano Carlos Tovar ha rescatado y que ya había sido planteada por personas tan disímiles como Keynes o Marx, puede ser vista como otro ejemplo. Es una solución “técnica”, sustentada y práctica ante los impactos sociales imprevistos del aumento de la productividad. Sus argumentos están lo suficientemente desarrollados como para merecer, al menos, una discusión seria en los círculos económicos y políticos. Sin embargo, es una propuesta invisible.

Se podría, seguramente, poner algunos ejemplos contrarios, de desplazamiento rápido de unas tecnologías por otras nuevas. La interfaz gráfica sepultó a los primeros sistemas operativos, el CD reemplazó al cassette, la fibra óptica a los antiguos cables… Sin embargo, en la mayoría de casos hubo decisiones políticas (disminución de impuestos, facilidades para la inversión, subsidios al cambio tecnológico, etc.), en otros casos fue la propia industria la que decidió realizar el cambio y en general los poderes que resultaban afectados tenían una limitada capacidad de ejercer presión.

Para acabar, una propuesta concreta. La transición tecnológica referida a la energía no va a ocurrir –o va a ocurrir demasiado tarde- si simplemente se deja en manos “del mercado”. Se necesitan políticas públicas que castiguen el uso de hidrocarburos y promuevan otro tipo de energías. En nuestro país, Humala ha ofrecido que el 40% de las regalías del Lote 88 del gas de Camisea se destinarán para las Fuerzas Armadas, copiando el modelo chileno para el cobre. Deberíamos exigir una política que mire al futuro y no al pasado: un porcentaje (¿50%?) de las regalías e impuestos de toda la actividad hidrocarburíferas debe destinarse a la investigación y desarrollo de energías renovables, y nuestras empresas estatales de energía deben empezar a invertir en ese rubro.


Escrito por

runa

Hace años mi chapa en la Internet es runa, es decir, "ser humano". También me llaman Paul E. Maquet. Treintitantos años. Intereses múltiples


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