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UN PASO PA'TRÁS, PERO TRES PARA ADELANTE

Publicado: 2013-03-30

El proceso de revocatoria ha sido un golpe para las izquierdas de Lima, sin duda. Las izquierdas capitalinas están en peores condiciones que hace dos años, cuando acababan de obtener un triunfo electoral que nadie esperaba. También están en peores condiciones de las que hubieran podido tener si la gestión que entonces se iniciaba hubiera sido lo que debió ser: popular y con reflejos políticos.

Sin embargo, las izquierdas de Lima están en una situación cualitativamente mejor que hace tan solo dos años y medio, cuando para todo efecto práctico... ¡no existían! Cuando vemos la película completa y no sólo las decisiones tácticas de los últimos tres meses, lo que encontramos es ganancia neta: posicionamiento político, cuadros fogueados, vínculos con el movimiento social de Lima y un programa de políticas públicas claramente diferenciado.

No es momento de agachar la cabeza y dejarse apabullar por la campaña de las derechas mediáticas y partidarias, que quieren generar la sensación de una izquierda derrotada y sepultada, cuya gestión fue “salvada” gracias a un gesto “responsable” del PPC. Reconociendo la grandeza de Lourdes Flores y el espíritu institucionalista del PPC, hay que decir las cosas como son: la campaña del NO fue poducto de un esfuerzo colectivo donde participaron la izquierda, el nacionalismo, los partidos democráticos de centro, el PPC, y además un movimiento social muy grande, diverso y poco visibilizado por la mayoría de analistas políticos. Es curioso que algunos digan que es una “derrota” la capacidad de convocar y movilizar esta amplitud de alianzas y de recursos políticos.

¿Alguien hubiera podido imaginar hace dos años y medio que líderes de izquierda podían obtener entre 49% y 51% de votos válidos en Lima? ¡Por favor! El 2006 los líderes de algunos de los partidos que hoy conforman la Confluencia por Lima no llegaron al 1%. Esas cifras nos hablan de manera elocuente de un proceso franco de crecimiento y fortalecimiento.

No es momento, repito, de dejarse apabullar por la campaña que quiere presentar una izquierda derrotada y en crisis. Por el contrario, es momento de afirmar positivamente el espacio que se ha ganado y los aprendizajes realizados, así como de destacar los aciertos de la primera gestión de izquierdas en 20 años en Lima. También es momento, claro está, de debatir intensamente los errores cometidos pues estamos OBLIGADOS a aprender de ellos.

Por lo menos se han dado tres pasos importantes:

1. PRIMERO, se ha afirmado un programa con políticas públicas claramente diferenciadas de las que se han venido implementando en nuestro país bajo el modelo neoliberal. Así, se ha empezado a demostrar en la práctica concreta -en Lima- que las izquierdas sí tienen alternativas y propuestas, lo que contradice la campaña constante de las derechas más necias que tratan de infantilizarnos y caricaturizarnos.

¿Qué es la reforma del transporte sino la intervención del Estado para ordenar y regular un sector en el que la libre iniciativa privada había generado el caos? Esta reforma implica un Estado que: a) busca regular y racionalizar la competencia (agrupando a las empresas en consorcios para evitar o reducir la competencia en una misma ruta); b) impone requisitos de inversión a los inversionistas (por ejemplo, el uso de vehículos tipo Euro 5, que implican una menor contaminación); y c) pone por delante los derechos laborales al obligar a las empresas a tener a sus choferes en planilla, con horario de trabajo, vacaciones y seguro. Estas tres cosas han estado casi “prohibidas” durante las dos décadas de hegemonía neoliberal. ¿Alguien se puede imaginar esta lógica aplicada, por ejemplo, a la inversión minera? ¿O a las agroexportaciones? ¿O quizás a las industrias textiles?

Lo inédito es que la reforma tiene el apoyo generalizado de los trabajadores y empresarios del transporte (salvo un pequeño sector), y también del público usuario y de todos los partidos representados en el Concejo. Haber logrado mediante el diálogo una reforma que implica un rol más activo del Estado y que obtiene tal diversidad de adhesiones, es un logro notorio.

Cuando los voceros de Tierra y Libertad eran atacados por los periodistas que les preguntaban “¿por qué Cajamarca si puede parar y Lima no?”, la respuesta debía ser bastante sencilla y coherente: la oposición de las izquierdas no es necesariamente a “las inversiones” en sí mismas, sino a las que perjudican el ambiente o el bien común, o a las que atentan contra los derechos de las personas. Un ejemplo que no se utilizó en la campaña -por el tono no-confrontacional que esta adquirió- es la derogación de las ordenanzas que permitían la expansión urbana e industrial en el Valle de Lurín. Esta decisión demuestra que la gestión ha sido coherente con sus líneas de acción: en este caso, se enfrentó a los intereses privados para defender un patrimonio colectivo, el último gran pulmón verde de la provincia de Lima.

Quiero señalar cuatro ejemplos más: Barrio Mío (900 escaleras y 700 muros de contención en asentamientos humanos que se construirán solo este año, versus las 800 escaleras construidas en 8 años de la anterior gestión), pues es la primera vez en la historia que fluye una inversión de esta magnitud hacia los cerros de Lima; el programa municipal de Vivienda Popular, gestado además gracias al diálogo con los movimientos sociales; la prioridad inédita que han tenido las políticas ambientales (más de 150 mil árboles en dos años, varios parques zonales nuevos, plan frente al cambio climático, etc.); y la decisión de vender medicamentos genéricos en las farmacias del sistema de salud municipal, medida que se ha podido operativizar aprovechando que los contratos firmados por la gestión anterior llegaron a su fin.

En solo dos años se ha podido mostrar con claridad un programa de gobierno notoriamente diferenciado del consenso neoliberal: con un rol activo del Estado, capaz de regular las inversiones y que busca planificar el desarrollo; que dialoga con los actores sociales; que defiende los derechos laborales; y con una inversión pública centrada en cumplir con los derechos sociales de la gente, enfatizando la vivienda digna y la salud pública como derecho y no como negocio; y con las políticas ambientales en un lugar protagónico.

2. SEGUNDO, el vínculo con la problemática de Lima, y la experiencia ganada en ese terreno.

Hasta hace unos años, la gran mayoría de izquierdistas de Lima vivíamos mirando casi exclusivamente hacia las otras regiones de nuestro país. Era más común encontrar a jóvenes izquierdistas vinculados a los movimientos indígenas o campesinos, que a los movimientos de pobladores de Lima, o a las organizaciones de ambulantes o de mercados,o a los gremios de transportistas. Eso no está nada mal, considerando esa larga historia de centralismo que aún tratamos de superar. Pero es imposible reconstruir una izquierda en el país si no se vuelven a construir vínculos políticos sólidos con los movimientos de la capital, y si no está en agenda la solución a los problemas concretos de la gente que vive en Lima.

Eso es algo que se ha logrado en estos dos años, o en todo caso es un proceso que se ha fortalecido mucho en ese período. Ahora existe un grupo importante de jóvenes izquierdistas -los regidores, los funcionarios que han estado en la gestión y los activistas o militantes que han formado parte del entorno político- que han establecido vínculos con los problemas de Lima y con la gente que trabaja por su solución. Los vínculos con el MST, o con los gremios de choferes, o con los grupos culturales de Lima, entre otros sectores, se han venido cultivando durante los dos años de gestión y además se han visto fortalecidos por estos últimos tres meses de campaña.

Además, las izquierdas de Lima han logrado impulsar un recambio generacional que hace tiempo se venía reclamando. Tenemos a 21 regidores que han aprendido muchísimo en términos de gestión pública y de acción política. Los más mediáticos han sido Zegarra, Glave y Zevallos. Pero junto con ellos hay muchos más que, invisibles para las cámaras, han jugado roles muy importantes y sin duda han desarrollado aprendizajes políticos que constituyen una ganancia neta para las izquierdas de las que forman parte: Zoila Reátegui, Lula Martínez, Nan Núñez, Sigifredo Velásquez, Inés Rodríguez, Mónica Erazo y tantos más. Y para colmo, la revocatoria nos da la oportunidad de meter a la cancha a 17 cuadros más, muchos de los cuales darán que hablar.

Así, mientras en la derecha todavía hay quienes se aglutinan alrededor de viejas glorias como PPK o Alan García, las izquierdas de Lima vienen forjando (de manera algo brusca, eso sí) una nueva generación de liderazgos que aún están en construcción, pero que son garantía de una presencia política sólida y solvente en los próximos años.

3. TERCERO, el posicionamiento público. Las izquierdas en Lima han pasado de menos de 1% de votos el 2006 a más de 49%, y todo eso derrotando la enésima campaña de satanización. El 2010 dijeron que Susana Villarán era casi senderista, y ganó con el 38% de los votos. El 2011 dijeron que el programa de La Gran Transformación era “estatista”, y Humala ganó con un porcentaje similar en Lima. Y esta vez, en las últimas semanas, usaron nuevamente esa herramienta: que una victoria del “NO” sería un triunfo para los rojos radicales antimineros, o que Susana Villarán cantaba una canción senderista (¿?). Nuevamente perdieron, y el caudal de votos de los representantes de las izquierdas volvió a crecer.

La satanización es cada vez menos creíble, los voceros de las izquierdas son cada vez más conocidos, los medios se ven obligados a invitarlos y entrevistarlos, y la posibilidad de la existencia de una alternativa de izquierda es cada vez una idea más legítima ante la opinión pública.

¿Dolió la revocación de 19 regidores? Sí, por supuesto. ¿Es lo que más dolió? No creo. La historia de los grupos políticos está plagada de derrotas electorales, y muchas veces esas derrotas son parte de un proceso de crecimiento y consolidación.

Lo que más dolió es la composición social del resultado electoral. Que los sectores populares hayan optado mayoritariamente por el “Sí” nos obliga a una revisión profundamente autocrítica de los errores de la gestión durante los últimos dos años.

La derrota en el sector popular no es producto de la campaña relámpago de los tres meses de verano. Por el contrario, las decisiones tácticas de esa campaña son producto de un escenario político que ya estaba marcado por el rechazo popular a la gestión. Si Susana Villarán ganó, fue a pesar de ese escenario, implementando decisiones tácticas (buenas o malas) que respondían a ese escenario. Así pues, dudo mucho que el análisis deba centrarse en los últimos tres meses (que si era correcta la alianza con el PPC, que si Susana se tiró muy a la derecha, que si la izquierda quedó invisibilizada, etc.).

Las preguntas y aprendizajes centrales deben referirse a lo que pasó en los dos años anteriores. Y obviamente la respuesta “faltó comunicación” es insuficiente. Esa es la respuesta fácil de todos los políticos impopulares: “gobierno bien pero comunico mal”. Ha habido procesos mucho más profundos que tenemos que leer con detenimiento.

Insisto en que esa es la principal tarea analítica que las izquierdas de Lima tenemos por delante, pues estamos OBLIGADOS a sacar lecciones de esta experiencia. Ya ha habido varios ensayos de explicación: que ha sido una gestión sin líderes ni voceros provenientes del mundo popular, conducida por tecnócratas con poco reflejo político, que tempranamente rompió con sus principales aliados políticos, que disparó contra todos sus adversarios políticos al mismo tiempo sin un criterio de correlación de fuerzas, que emprendió reformas que chocaron con segmentos específicos del mundo popular sin un adecuado diálogo y sin planificar respuestas ante los “costos sociales” (especialmente en La Parada)... Y que todo eso tuvo lugar en un contexto de ausencia de publicidad y de erráticas estrategias de comunicación.

Estas son respuestas tentativas a la gran pregunta: cómo se perdió el apoyo de los sectores populares, precisamente aquellos que le dieron la victoria a la Confluencia hace dos años. Ese y no otro es el gran retroceso que han sufrido las izquierdas de Lima: la pérdida de apoyo en los sectores populares.

Pero la buena noticia es que ese retroceso se puede corregir, si la gestión corrige sus principales errores políticos en el año y medio que tiene por delante. Lo que no se podía hacer en tres meses de campaña (reenganchar con el mundo popular) por supuesto que se puede hacer en más de 18 meses de gestión.

Así pues, la izquierda de Lima no está derrotada, en crisis ni sepultada. Por el contrario, si bien ha recibido duros golpes y magulladuras propios de la lucha política, el proceso de los últimos años nos muestra un crecimiento muy interesante. Y es un crecimiento que tiene correspondencia con el contexto nacional, en el que las diversas izquierdas vienen ganando posiciones a nivel local y regional: la batalla por Lima no es sino un capítulo más -aunque uno especialmente importante por tratarse de la capital- en el proceso de reconstrucción de una alternativa de izquierdas en nuestro país, que sea capaz de recoger las demandas populares y de impulsar una transformación que nos permita superar “la larga noche neoliberal”.

Como dice La Nueva Invasión del Perú: “¡y vamos para arriba, con fuerza de gigante; un paso pa'tras, pero tres para adelante!”.


Escrito por

runa

Hace años mi chapa en la Internet es runa, es decir, "ser humano". También me llaman Paul E. Maquet. Treintitantos años. Intereses múltiples


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