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Funcionario de Newmont, titular de la PCM y ministro del Interior. La empresa, el Gobierno y la Policía. ¿Qué imagen quieren dar?

Comunicación política: ¿la escuela Favre?

Publicado: 2011-12-01

¿A quién se le ocurrió que era una buena idea que Salomón Lerner diera una conferencia de prensa al lado del funcionario de Newmont, Carlos Santa Cruz, para anunciar la “suspensión” temporal del polémico proyecto Conga?

A ver si nos entendemos: este conflicto, y buena parte de la alta conflictividad social en torno a la minería, tiene que ver con un Estado que durante demasiados años ha dado muestras de estar “parcializado”, de escuchar con más atención a las grandes empresas que a los ciudadanos “de segunda clase”. Eso lo han entendido todos, desde los analistas de las tendencias más diversas hasta el propio Ollanta Humala. Él mismo lo ha dejado claro en más de una oportunidad. Los únicos que siguen creyendo que decenas de miles de personas salen a la calle porque un puñado de “ultraizquierdistas” los “manipulan” son Aldo Mariátegui y su secta de “ultraderechistas” incapaces de comprender a su propio país.

Si ese es el problema, si la gente no confía en lo que le dice el Estado, si la gente no confía en el Estudio de Impacto Ambiental que aprobó el Estado, si la gente siente que el Estado siempre le ha dado la razón a la empresa, entonces ¿a quién se le ocurrió que el anuncio de la suspensión de Conga debía hacerse de manera conjunta entre el Estado y la empresa?

Si el Gobierno quiere dar el mensaje de que se está iniciando una “nueva relación” entre el Estado, las empresas y las comunidades, hacer una conferencia de prensa con la empresa es una pésima estrategia. Bastaba con la presencia de Lerner. ¿Qué hacía Santa Cruz allí?

Este grueso error en un acto que buscaba “bajar la tensión” para facilitar el diálogo, no hace sino coronar una cadena de torpezas políticas que proyectan una imagen que, se supone, no es la que el Gobierno desea proyectar: la de estar demasiado cerca de los empresarios mineros.

En primer lugar, como recordamos, el gran logro del presente Gobierno fue raspar la olla, es decir, negociar con la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía un nuevo marco tributario para recaudar más. Ya de por sí es curioso, por decir lo menos, que se “negocie” con un sector el impuesto que se le va a cobrar. Ya quisiéramos todos tener ese privilegio, esa inusual “consulta previa”.

Pero el error no es ese: en principio, se trataba de un gesto de “concertación”, de demostrar que el Gobierno no quería “patear el tablero” ni “cambiar las reglas de juego” arbitrariamente. El error empieza cuando se descubre que el acuerdo implicaba reducir el canon que reciben los Gobiernos Regionales y los municipios, ya que el nuevo “gravamen” pasaba a ser considerado como un gasto a ser deducido de la renta imponible. En ese momento, los presidentes regionales –a quienes no se les había preguntado nada-  saltaron hasta el techo e hicieron notar que la “concertación” no había sido con todos sino solo con una de las partes afectadas, casualmente la de la billetera ancha.

Bueno, ese capítulo pasó, se aprobó el impuesto, muchos criticamos que no era el monto ofrecido inicialmente, pero al menos era algo y permitiría cumplir con varias de las promesas de la campaña electoral, lo que estaba muy bien.

El segundo grueso error de comunicación política en temas mineros es mucho más reciente: se trata de la ya conocida torpeza del ministro Herrera Descalzi de regresar de Cajamarca en el avión privado de uno de los dueños de Yanacocha. Sin palabras. Sinceramente, por ese solo hecho debería de haber salido del Gabinete, porque en estas cosas no solo hay que serlo, hay que parecerlo.

El tercer gigantesco error lo comete el propio Ollanta a su regreso del soleado Hawai. El presidente regresaba de la reunión de la APEC, donde le endulzaron el oído diciéndole que el Perú es un país emergente, y encontraba conflictos sociales por todas partes –es decir, encontraba su verdadero país. El que votó por él, dicho sea de paso.

En ese momento, el Ministerio del Ambiente estaba realizando su revisión del estudio ambiental de Conga. Pese a ello, el Presidente no tuvo mejor idea que ofrecer “agua y oro”, sin tener a la mano el sustento técnico ambiental que indique que ello era posible. Durante su discurso, Humala hizo gala de una lamentable ignorancia ambiental, trató de ponerse “duro” con la empresa exigiéndole que no haga reservorios de cemento sino lagunas modernas (¿?) y ratificó la importancia del proyecto minero para cumplir con su “gran transformación”. Pero lo que los televidentes pudimos ver fue la gran transformación de Humala en Toledo y en García, pues viendo el discurso era imposible diferenciar al nuevo presidente de sus antecesores.

Salir a respaldar el proyecto cuando aún su Gobierno no había terminado una evaluación técnica del mismo, y dar apreciaciones audaces sobre un tema que no domina: he allí un serio error político que, nuevamente, comunica una cierta parcialización a favor de la empresa, una cierta decisión ya tomada al margen de consideraciones ambientales. Y así fue percibido por los cajamarquinos, que no demoraron en convocar al paro indefinido que hasta ahora continúa.

Dentro de todo este contexto, cuando el conflicto ya se salió de las manos el Gobierno anuncia la suspensión de Conga con Carlos Santa Cruz al lado de Lerner. Insisto, ¿qué imagen pretenden dar? Esta cadena de horrores comunicacionales lo único que está logrando es erosionar la confianza de los sectores provincianos en la independencia del nuevo Gobierno y en su fortaleza para regular los intereses privados.

Ha estado circulando la pregunta, válida, acerca de quién le paga al asesor de imagen, Felipe Belisario (a) Luis Favre. Me parece muy bien. Pero a la luz de esta desastrosa campaña, otra pregunta urgente es ¿para qué le pagan? Debería tuitear menos y chambear más.

Si la estrategia de comunicación busca transmitir la imagen de que este es un Gobierno de concertación, o de centro, entonces ¡tiene que evitar a toda costa aparecer parcializado! No se es de concertación cuando solo se conversa –o se conversa demasiado- con una de las partes, y no se conversa -o se conversa demasiado poco- con la otra.

Tal vez el señor Favre cree que la comunicación política de un Gobierno consiste en seguir flotando sobre la estrategia de marketing de la campaña electoral. La estrategia durante las elecciones, y se supone que el señor Favre se ufana de ello, es haber presentado a un Humala menos radical, más concertador, más de centro. Muy bien, parece que tuvo éxito. Pero una vez que uno está en el Gobierno, las estrategias de comunicación –y las estrategias políticas- tienen que considerar otros elementos.

Por ejemplo, es útil identificar quiénes son los simpatizantes “duros” y los simpatizantes “blandos”, qué sectores son relativamente indecisos y cuáles son opositores, que también pueden ser “duros”  o “blandos”. Por lo general, se sabe que el foco de atención debe estar en los simpatizantes blandos y en los indecisos, pues es muy difícil conseguir un apoyo realmente sólido de los opositores. Y el mayor peligro consiste en hacer demasiadas concesiones a los opositores y perder el apoyo de los simpatizantes o el potencial apoyo de los indecisos, porque con toda seguridad dichas concesiones no van a garantizar nada. O, en palabras más sencillas: no se puede tener contentos a todos.

En términos concretos, los gestos excesivamente “proempresariales” están erosionando el apoyo de los que votaron en primera vuelta por Ollanta. En las últimas encuestas ha sido notorio un descenso de la aprobación presidencial en los sectores socioeconómicos más bajos, y eso que las encuestas han sido exclusivamente urbanas, es decir, no recogen la opinión de las poblaciones de influencia directa de las mineras.

¿Cree Favre, o creen los estrategas del Gobierno, que ese apoyo popular puede ser simple y aritméticamente reemplazado por el de los estratos más acomodados, donde efectivamente ha repuntado? Yo quiero ver a los sectores A y B marchando en Lima para defender al Gobierno de Ollanta ante una eventual crisis política. Que quede claro: los que votaron por Keiko en segunda vuelta no van a mover un dedo si el actual Gobierno tiene problemas, al contrario, se van a frotar las manos.

Urgente: se necesita un cambio en la estrategia de comunicación política del Gobierno. Menos gestos amistosos con las empresas, una fuerte demostración de neutralidad y autoridad, tanto simbólica como práctica, y una mayor capacidad de dialogar con todos al margen del tamaño de su billetera. Si Favre no se da cuenta de esto, no sé qué clase de asesor es.

Por supuesto, la mejor estrategia de comunicación es la que, además de ser buena, es creíble. Así que no se trata solamente de gestos, sino de una real y prudente distancia de los intereses privados. Para retomar el conocido refrán: no solo hay que parecerlo, hay que serlo.


Escrito por

runa

Hace años mi chapa en la Internet es runa, es decir, "ser humano". También me llaman Paul E. Maquet. Treintitantos años. Intereses múltiples


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